martes, 8 de febrero de 2011

Sesión 34: Como hijos, oramos a Dios nuestro Padre

Una de las cosas que más debió de llamar la atención de los discípulos de Jesús fue el sermón de la Montaña, en el que el Maestro les fue diciendo todas las cosas que debe de saber un hijo de Dios. Dentro de este sermón, hubo una frase muy extraña: "vosotros sois la luz del mundo" (Mt 5, 14).

¿Quiénes eran ellos? Eran personas normales y corrientes, en su mayoría de condición humilde, con pocos recursos económicos y sin poder. No eran reyes ni príncipes, ni sacerdotes ni militares, ni políticos ni gobernantes: en su mayoría pescadores, mercaderes, artesanos, campesinos. ¿Cómo puede decirse que ellos sean la luz del mundo? ¿No se trata de una exageración evidente? Ellos son la luz del mundo porque son hijos de Dios. Enseñándoles a comportarse como hijos de Dios, los cristianos son la luz que ilumina el camino del cielo a los demás hombres.

¿Y de dónde sale esa luz?

Lógicamente estamos hablando de una luz espiritual, de una luz que sale del interior del corazón de los hijos de Dios y que ilumina los corazones de los hombres. Esa luz puede salir del corazón del cristiano porque Jesús vive en el cristiano. En realidad la luz es el mismo Cristo que se identifica con sus discípulos, como nos enseñó san Pablo: "Con Cristo estoy crucificado: y vivo, pero no yo, sino que es Cristo quien vive en mí" (Gal 2, 19-20).

Jesús dijo también: "Yo soy la luz del mundo, quien me sigue no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida" (Jn 8, 12). Así que quienes siguen a Jesús tienen una luz que sale de sus corazones. Es el Espíritu Santo quien enciende ese fuego en el corazón, del que sale la luz que ilumina a los hombres.

Pero hay muchos tipos de luces. Hay luces intensas como el sol, que iluminan a todos. Hay otras luces más débiles. Jesús enseñó a sus discípulos que es necesario poner la luz en lo alto para que ilumine a todos los de la casa. Las antorchas no se ponen debajo de la cama ni tampoco en una caja fuerte guardadas, sino que se ponen en lo alto. Eso significa que no tenemos que tener vergüenza de ser hijos de Dios y amigos y hermanos de Jesús.

Aquí en el colegio se nos enseña a tener siempre presente a Dios que es nuestro Padre:

1. Por las mañanas, al levantarnos, ya rezamos un ofrecimiento de obras, es decir, le ofrecemos como un regalo a Dios con todas las cosas buenas que queremos hacer. Esas buenas obras serán la lámpara que iluminará a los demás.

2. Al llegar al colegio, visitamos a Jesús en el oratorio y le damos los buenos días, haciendo una genuflexión bien hecho ante el sagrario.

3. Antes de cada clase, rezamos las oraciones acostumbradas.

4. Rezamos el Angelus, que nos recuerda el día en que la Virgen María recibió el saludo del Arcángel san Gabriel y el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros.

5. Nos acordamos de Jesús también cuando nos despedimos de él al acabar las clases, antes de volver a casa.

6. Rezamos todas las noches las tres avemarías, dándole gracias a Dios de todas las cosas buenas que nos ha concedido ese día, pidiéndole perdón por las cosas que no hemos hecho bien y pidiéndole ayuda para el día siguiente.

Se puede rezar de muchas maneras. La más sencilla es la de recitar las oraciones que nos enseñan nuestros padres y catequistas. Pero lo importante no es rezar con los labios sino con el corazón. Orar es conversar con Dios. Y como Dios son tres Personas, deberemos de hablar unas veces con el Padre -como hacemos en el Padrenuestro- otras con el Hijo -como cuando rezamos una comunión espiritual o hacemos un acto de contrición- y otras con el Espíritu Santo.

Si no rezásemos con el corazón, la luz sería muy tenue y no alumbraría casi. Sería como tener una pequeña bombilla tapada con una manta. Si rezamos con el corazón, el Señor nos ayuda y somos felices y nos comportamos como hijos de Dios. Entonces nuestras vidas son luminosas y emprendemos el camino de la santidad.

La Iglesia suele representar a los santos con una aureola, es decir, un halo de luz que rodea sus cabezas. Quiere indicar con ello que son amigos de Jesús y que Jesús ha vivido en ellos y está en ellos y con ellos en el Cielo.

Los Santos son los amigos de Dios. Y está claro que no puede haber amigos de Dios sin oración.

Fórmulas de la Fe


58. ¿Qué consecuencias tiene el pecado?

El pecado rompe o debilita nuestra relación con Dios, hace daño a los demás y a nosotros mismos.

59. ¿Por qué los cristianos no nos desanimamos a pesar de haber pecado?

Porque Dios Padre está siempre dispuesto a perdonarnos, pues es misericordioso y conoce nuestro corazón.

60. ¿Qué hace en nosotros el sacramento de la Penitencia?

Por el sacramento de la Penitencia, la Iglesia, en nombre de Jesús, perdona nuestros pecados y nos reconcilia con Dios y con los hombres.

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