domingo, 12 de diciembre de 2010

Dios Padre nunca nos abandona: sesión 6ª de Jesús es el Señor

Ya explicamos en la anterior sesión que el pecado de Adán y Eva fue muy grave porque desobedecieron a Dios. Y Dios fue expulsado del Paraíso. Y el mundo se convirtió en un lugar triste y frío. Había sido un jardín maravilloso, pero ahora había entrada el mal en el mundo. El pecado era algo así como la mala hierba, una verdadera plaga que se extendía por la Tierra.

En el mundo hay:
Guerras y destrucción


Enfermedades





Hambre en muchas partes del mundo



Terremotos y desastres naturales

Violencia doméstica
¿Quién es el culpable de todo este mal? Hay personas que te intentarán engañar, diciéndote que el causante de todo este mal es Dios: si Dios fuese realmente bueno -te dirán- no habría nunca permitido que pasasen estas desgracias. Si Dios fuese bueno todas las cosas serían buenas.

Otros te dirán que Dios quiere todas estas desgracias porque mediante ellas nos castiga por nuestros pecados. Como somos pecadores -te dirán estos- Dios nos castiga y nos envía todos estos males, pero lo hace por nuestro bien.

No les escuches ni a unos ni a otros. Dios es bueno, "lento a la ira y rico en misericordia". Él nunca quiere el mal. Sin embargo, lo permite. ¿Por qué lo permite? Porque Dios nos ha hecho libres y respeta nuestra libertad. Así, cuando Adán y Eva le expulsaron del paraíso, Dios se fue porque respetó su libertad. Dios siempre respeta la libertad de los hombres. Siempre. Siempre. Que te quede esto claro. Dios nos ama y respeta siempre la libertad de sus hijos.

Dios Padre nos quiere tanto que ha enviado a su Hijo: tanto amó Dios al mundo que envió a su Hijo para que todo el que crea en Él se salve.

A Adán y a Eva les prometió que les enviaría un Salvador. Luego, a lo largo de los siglos Dios ha hablado a los Patriarcas y a los Profetas y les ha ido diciendo todo lo que necesitaban para la salvación. También a ellos les prometió la llegada del Mesías, Jesucristo.

Cuando el pueblo estaba en Egipto, esclavizado por el Faraón, Dios envió a Moisés para que lo sacara de allí y lo llevara por el desierto hasta la Tierra Prometida, al otro lado del Mar Rojo y del río Jordán. Esto es figura de lo que debe de hacer Jesús con nosotros. Nos libra del pecado y nos lleva hacia el Cielo.

La serpiente de bronce
Cuando el pueblo de Israel cruzaba el desierto protestaron contra Dios porque echaban de menos las comidas y comodidades de Egipto. Entraron en una zona que estaba infestada de serpientes venenosas y, como es lógico, muchos fueron mordidos por ellas. El Pueblo pensó que era Dios quien las había puesto allí para castigarles por sus lamentos y su falta de fe. En realidad, es más lógico pensar que las serpientes estaban allí, en el desierto, porque ése es su hábitat natural. El pueblo acudió a Moisés para que intercediera por él ante Dios. Y Dios escuchó a Moisés:

"Hazte una serpiente abrasadora y ponla sobre un mástil. Todo el que haya sido mordido y la mire, vivirá". (Nm 21, 8).

Hubiera sido quizá más fácil que Dios quitara de en medio las serpientes. Hubiera sido más fácil, pero no nos hubiera enseñado una lección muy importante. La serpiente de bronce es figura de la Cruz de Cristo. Cuando nosotros sufrimos las consecuencias de nuestros pecados y sentimos las tentaciones del diablo y las seducciones del mundo, bastará que miremos a Cristo en la Cruz y que invoquemos su protección. Nuestra salvación está en la fe en Jesucristo. Él no nos abandona nunca. Es el mejor amigo: ha dado su vida por nosotros, llegando a morir crucificado para la remisión de nuestros pecados.

Jesús nos explicó la parábola de la oveja perdida. Dios no abandona nunca a nadie y quiere que todos los hombres se salven. Así Jesús fue enviado por el Padre a buscar a los pecadores, como un pastor va a buscar a las ovejas que se han perdido por el monte. Y Jesús nos envía a nosotros para que amemos a nuestros hermanos los hombres y busquemos siempre su bien: rezando unos por otros y dándonos buenos consejos.

Nunca estamos solos. Un cristiano sabe que estando en gracia de Dios -es decir, siendo amigo de Dios y  evitando el pecado- Dios está en su corazón y, con Él, estamos unidos en comunión a todos los Santos y a los Ángeles, especialmente a santa María y a san José, los padres de Jesús.

FÓRMULAS DE LA FE


5. ¿Cómo aprendemos a vivir como cristianos?


Aprendemos a vivir como cristianos escuchando la Palabra de Dios, celebrando la Eucaristía y amándonos como Jesús nos enseñó.


6. ¿Dónde aprendemos a vivir como cristianos?


Aprendemos a vivir como cristianos unidos a toda la Iglesia, en la familia y en la catequesis, donde nos enseñan a conocer, amar e imitar a Jesús.

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