La primera sesión del Catecismo "Jesús es el Señor" tiene por tema LOS CRISTIANOS y, para ilustrarlo, se han escogido unos dibujos en los que aparecen unas manos realizando diversos gestos y también Jesús mientras abraza a un niño y saluda a otros pequeños sonrientes y pertenecientes a varias razas.
La catequesis de las manos puede realizarse sobre la base de los diversos significados de los principales gestos humanos en que intervienen las manos
Las manos significan las diversas alianzas humanas
Un gesto muy común en nuestra cultura consiste en estrechar las manos. No todos los apretones de manos significan lo mismo.
El apretón de manos también puede significar que se ha cerrado un acuerdo o un negocio. Así lo realizan los hombres de empresa. Como se ve, estos que así se estrechan la mano derecha no son amigos sino personas que tienen un interés común. No comparten las actividades ordinarias ni tampoco el tiempo libre, sino sólo unas ocupaciones por las que suelen ganar dinero o salir beneficiados.
Cuando un hombre y una mujer se casan, la familia, la sociedad y la Iglesia -cuando los esposos son cristianos- celebran una boda, es decir, gran fiesta porque en ese momento comienza a existir una nueva familia. Los esposos, al entregarse uno al otro, se hacen una sola carne, es decir, se convierten en una familia.
Cuando el hombre y la mujer se han casado o se quieren casar, porque se quieren, caminan juntos tomados de la mano, para indicar que quieren compartirlo todo en sus vidas.
Jesús nos ha mostrado que nos quiere con un Amor más grande que el pecado y que la muerte. Nos quiere con un amor de amigo, de hermano y de esposo. "Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos", nos enseñó. Y confirmó la verdad de estas palabras muriendo por nosotros en la Cruz y resucitando al tercer día de entre los muertos. Ahora Jesús vive en la Iglesia y nos acompaña en el camino de nuestra vida. La Alianza que Jesús realizó en Jerusalén es eterna: nos ha tomado de la mano y nos acompañará hasta el Cielo, si nosotros no nos soltamos.
Las manos pueden significar el amor misericordioso, que nos salva del pecado.
En esta imagen tan famosa en la que se representa la Creación de Adán, vemos la mano de Dios que da vida al primer hombre. Adán y Eva fueron creados por amor y para el amor. El gesto creador muestra las manos en una posición semejante, pues las dos tienen las palmas mirando hacia abajo. Sin embargo, la mano de Dios Padre está en más arriba que la de Adán, para indicar que son dos manos distintas: una es la del Creador y otra la de una criatura, que debe a Dios todo lo que es.
En cambio, en esta otra imagen, se advierte una mano poderosa y fuerte que viniendo también de arriba salva a una persona débil y enferma. Las posiciones son ahora distintas: hay una mano salvadora y otra salvada. Como cuando uno está en un foso profundo y sólo puede salir de él si alguien con fuerza le saca tendiéndole la mano.
La mano de Dios es una mano liberadora. Sólo si alzamos a Él las manos mostrándole las cadenas que nos aprisionan podremos salvarnos. El pecado nos esclaviza. Hacemos las cosas mal y cada vez vamos perdiendo más la libertad.
Como los pecados sólo los puede perdonar Dios, sólo Él puede salvarnos y liberarnos de sus ataduras. A veces, otras personas están interesadas en que nosotros no seamos libres y dejemos de portarnos como hijos de Dios. Si queremos ser amigos de Jesús deberemos de evitar las malas compañías, que nos llevan a portarnos mal.
Las manos de Dios son unas manos que nos perdonan -es decir, nos curan el alma-; nos sanan también las enfermedades del cuerpo; nos levantan de nuestras caídas; hacen que recuperemos la vista y veamos de nuevo la luz.
Las manos de Jesús son siempre manos que nos bendicen, es decir, que nos comunican el amor que Dios Padre tiene por sus hijos.
El amor de Dios es infinito, se extiende a todas sus criaturas y misericordioso, pues está siempre dispuesto a perdonar a los pecadores.
Esta imagen que ves a la izquierda de estas líneas nos muestra a Jesús que bendice a toda la Humanidad con su mano derecha, mientras que con la izquierda nos señala su Sagrado Corazón, del que salen dos rayos luminosos: uno blanco y otro rojo, que representan la sangre y el agua que brotaron de Él el día que lo atravesaron con la lanza mientras estaba en la Cruz. Esta imagen la hizo pintar santa María Faustina Kowalska, monja polaca que tuvo esta visión de Jesús. Jesús le prometió que tendría misericordia de todos cuantos mirasen esta imagen y dijesen con devoción estas palabras: "Jesús, en ti confío".
Las manos de los hijos de Dios
Es tan grande el Amor con que nos ha amado Jesús, que nos puede pedir que también nosotros nos amemos los unos a los otros como Él nos ha amado. Los cristianos nos reconocemos hijos de Dios. Por tanto, tenemos que comportarnos como hijos de Dios. Nuestras manos deben de ser siempre reflejo de esta nueva realidad en la que Cristo nos ha convertido.
Los hijos de Dios elevamos nuestras manos al cielo para dar gracias a Dios y alabarle por todas sus obras maravillosas: que ha creado el mundo y a nosotros para que lo cuidemos; que ha querido hacerse hombre y entregar su vida para el perdón de nuestros pecados.
Jesús nos enseñó a rezar el Padre Nuestro, que es la oración de los hijos de Dios en la que se encuentran las principales peticiones que debemos cultivar en nuestro corazón y dirigir al Cielo. Sin embargo, el mismo Jesús nos enseñó a pedir con total confianza y humildad lo que queramos. Es lícito pedir todo lo que es lícito desear. Si pedimos a Dios con constancia (perseverancia) y humildad, él siempre escucha nuestras oraciones. Este gesto de unir las manos para rezar significa la intensidad y fuerza de la petición así como el hecho de esperarlo todo de la misericordia de Dios.
Además de las manos juntas, también el presentar nuestras manos vacías puede significar tanto nuestra total necesidad de la ayuda de Dios, es decir, de su gracia y por lo tanto es una manera magnífica de pedir que nos las llene. "Señor, colma nuestros deseos", parecemos decirle al levantar nuestras manos al cielo con las palmas hacia arriba. En otras ocasiones, en cambio, ese mismo gesto puede significar más bien la entrega de nuestro corazón, es decir, de nuestra voluntad de servirle en el mundo entero.
En este caso, por ejemplo, las manos vacías pueden significar sencillamente la entrega de todo lo que tenemos y somos. El sacerdote en la Santa Misa presenta a Dios el pan y el vino y los ofrece en el nombre y en la Persona de Cristo como sacrificio agradable a Dios todopoderoso.
Y poco después dice también: "Orad, hermanos, para que este sacrificio mío y vuestro sea agradable a Dios Padre todopoderoso".
En este sacrificio en que le ofrecemos a Dios el mundo y nosotros mismos nos unimos a todos los hombres de todos los tiempos, de todas las razas y colores, esperando que Dios lo acoja y lo acepte.
Las manos del cristiano están abiertas a todos, siempre dispuestas a ayudar a los que están necesitados. San Pablo nos enseñó:
"Todas las cosas son vuestras, vosotros de Cristo y Cristo de Dios".
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